La vida de las ciudades en las fiestas de fin de año

Las ciudades se mueven con un fluir propio. En Tucumán, previo a las pasadas fiestas, la dinámica puede captarse tras caminar por las calles. Su propia vida y transformación. A su vez, Nápoles y otras ciudades italianas efervescen con movimientos parecidos. Excepto por el calor y las distancias, caos y abarrotamiento se parecen.

Tucumán y su vida durante las fiestas

Antes del 8 de diciembre, los árboles navideños frente a Casa de Gobierno y en el cruce de las calles Maipú y Mendoza ya se elevan. Con pocas modificaciones de un año a otro, el segundo consta de una superposición de estrellas rojas. Frente a él, bailan el Hombre Araña, Venom y Papá Noel. Los niños se apiñan junto a sus padres con los teléfonos levantados, para tomarse una foto. Años anteriores, caminar por las calles durante las fiestas resultaba imposible. Este 2021, las filas han menguado, así como los amontonamientos. Antes de terminar el año, el calor apremia. Las temperaturas casi alcanzan los 40 grados, a los que acompañan la inolvidable humedad tucumana. Pocos días antes, entre los adornos navideños emplazados, diversas manifestaciones en conmemoración, otras en reclamo, por uno de los hechos más importantes de la historia contemporánea nacional han recorrido las mismas calles. El 2001.

En Nápoles, turistas y napolitanos se reúnen en el centro histórico. En Via dei Persepi ,los maestros fabricantes de pesebres se hallan en el momento más solicitado del año. Los transeúntes se amontonan, comiendo y bebiendo, para observar sus puestos tradicionales. Una vez más, podemos pensar en el Benjamin que recorriera esas calles y se admirase por el despliegue dramatúrgico. Lejanas, pero no tan diferentes, el discurrir caótico y apiñado de los ciudadanos acerca ambas ciudades. El clima, imposible de heredar, condiciona algunas de las comidas típicas para estas épocas del año. Así como la celebración misma de estas festividades.

Paradojas de la gastronomía en las ciudades

Sin duda alguna, el cambio estacional es uno de los grandes elementos divisorios del mundo. Condicionando culturas y, en el caso particular del que hablamos hoy, la gastronomía. En Tucumán, los chocolates y confituras se derriten, se desarman, significan una atípica ingesta calórica si consideramos que la Navidad ocurre durante el verano. Panes dulces, con frutos secos y frutas abrillantadas, cerdo para las cenas y los dulces navideños usuales. Mantecoles, almendras y manís con chocolate, garrapiñadas, avellanas y variedad de turrones: de huevo, de maní y almendras, chocolates pesados. Claves para pasar fiestas de fin de año entre nieve y frío. Sin embargo, en nuestro ámbito local, son tradiciones heredadas de la inmigración. ¿Por qué consumimos lo que consumimos? ¿Por qué celebramos como celebramos? Las razones no parecieran ser ni azarosas, ni constituidas en nuestro territorio. Sino, por el contrario, provenir de otras latitudes.

Así, pese a que parte de la vida y tradiciones de fin de año parezcan constituidas en base a un corrimiento de la trama correspondiente, armadas a partir de elementos cotidianos que no nos pertenecen, la vitalidad en ese movimiento sí nos resulta propia. El calor derritiendo la herencia culinaria forma parte de la construcción de nuestra identidad. El desasosiego de los niños al no ver reflejadas sus navidades en medio de representaciones de nieve y frío hace comprender tempranamente que el mundo no funciona igual en todos sus parajes. Una tradición propia, puede ser resultado de la apropiación y adecuación a las condiciones locales inherentes, de otra.

Autor de portada: Facebook Julian Toranzo