Cada 2 de noviembre somos interpelados por la muerte, se conmemora el Día de los Fieles Difuntos en Argentina. Entonces, comunes son las postales de personas yendo a visitar a sus seres queridos que descansan en los distintos cementerios. Tucumán no es la excepción. Las puertas de los principales cementerios de la provincia ven durante todo el día familiares cargando flores. ¿La intención? La misma en todos los casos: mantener vivo el recuerdo y la cercanía (de algún tipo) con los que ya no están, por lo menos, físicamente.
La creación del Cementerio del Oeste, como conciencia espacial de la muerte
Si bien actualmente nuestra provincia cuenta con varios cementerios, originalmente no era así. A principios del siglo XX la gobernación de la provincia se vió ante una problemática poco feliz. El crecimiento poblacional y las enfermedades evidenciaron la falta de espacios para alojar a los fallecidos. Con esa razón comenzaron los proyectos para la creación del Cementerio del Oeste en la provincia. El mismo se inauguró en 1872. Comúnmente entre los tucumanos existe la creencia de que este era el cementerio “de los ricos” Algo de razón hay, si pensamos que aloja a grandes personalidades de Tucumán. Entre ellos: Wenceslao Posse, Celestino Gelsi y Lola Mora. Con el paso de los años, se notó en contrapartida, la necesidad de un “cementerio popular”. La provincia necesitaba tener un cementerio para “la plebe”, para “los pobres” y así nació el enorme Cementerio del Norte.
El Cementerio del Norte, “los pobres” también merecen un lugar
Corría el año 1889 cuando el gobierno de Tucumán inició la construcción de los muros que se levantan sobre la avenida Juan B. Justo. Formalmente el Cementerio del Norte fue inaugurado recién el año 1894. Desde sus inicios, fue pensado con destinatarios fijos, los pobres. La idea central era que los indigentes, los huérfanos, los enfermos, los de bajas condiciones económicas, tuvieran un lugar para dar santa sepultura a sus familiares. Por eso, socialmente es conocido como el cementerio de “los pobres” hasta la actualidad. Si el Cementerio del Oeste se reconoce por sus personalidades, el del norte lo hace por sus “santos populares” e historias que trascienden el tiempo. La brasilerita, Pedrito Hallao y el Cadete Soria, son solo algunos.
El Cadete Soria y la extraña dama, amor trágico en el Cementerio del Norte
A modo de investigación fuimos al Cementerio del Norte y al mirar a la izquierda una escultura nos invita a conocerla. Es la escultura del Cadete S. Félix Alberto Soria. La leyenda dice que fue asesinado en la avenida Mate de Luna en el año 1927. Dicen que fue un poderoso criminal de Villa Luján el que le dio muerte. A unos metros hay otra escultura, es ella, la extraña dama. No sabemos su nombre, tampoco su relación con el cadete. Algunos dicen que era la amada, otros que era la madre, incluso unas interpretaciones libres dicen que es la madre patria. Lo cierto es que ella está llorando sobre la tumba de Soria, ella está llorando a su amor.
El arte, como una forma de trascender la muerte
El cuerpo de la mujer está casi desnudo, pues la leyenda dice que recibió la fatal noticia cuando se estaba bañando. El cuerpo de ella es exuberante, curvado, exagerado. De hecho toda la escena lo es. Algunos dicen que es justo ese desborde, esa exageración la representación del amor. ¿Qué amor? El amor en sí mismo, un amor apasionado, romántico, erótico y desbordante de los cuerpos. Un amor de dos jóvenes amantes, un amor, que gracias a la obra de arte que se ha materializado en el cementerio, trascendió el tiempo. La tumba, el soldado y la mujer en su conjunto han trascendido la muerte.
Ahora bien, ¿es esa escena una metáfora de nosotros cada 2 de noviembre? ¿En el fondo no buscamos algo de ese trascender cada vez que visitamos a nuestros seres queridos?
Autor de la imagen de portada: Facebook Ente Cultural de Tucumán.
Commenti
Qué interesante. Para reflexionar