De manera totalmente casual, llegamos a la historia de Arnaldo Mantegazza, que nos remonta hacia fines del siglo XIX. Carolina Mantegazza, una de sus bisnietas, quiso que la historia de “su italiano” llegara hasta nosotros. En esta nota, les contamos un poco acerca de él y del importante proyecto en que participó: un ferrocarril que tendería vías de comunicación entre Chile y Argentina.
Arnaldo Mantegazza, un ingeniero que migró hacia Argentina
Naturalmente y con el paso del tiempo, los relatos que circulan oralmente en cada familia van perdiendo su nivel de detalle. Es justamente la lejanía temporal la que reviste a esas historias de un halo misterioso. Y ello muchas veces acrecenta nuestra curiosidad. Quisiéramos saber con exactitud por qué, cuándo, dónde. Esta es la sensación que tuvimos al conocer la historia de Arnaldo Mantegazza. No lo conocimos, pero intuímos que fue de esas personas que tienen muchas anécdotas interesantes por compartir.
Arnaldo nació el 20 de septiembre de 1867, en Verolanuova -comuna de la provincia de Brescia-. Esta provincia ha sido un centro regional importante desde tiempos prerromano, encontrándose en ella bastantes monumentos romanos y medievales preservados. Volviendo a Arnaldo, sus padres fueron Emilio Mantegazza y Lina Biraghi.
Autor de la imagen: Facebook Castello di Brescia.
La ciudad que lo vió crecer hoy se encuentra en el centro de la tercera área industrial más grande de Italia. En ese sentido, se avoca a la ingeniería mecánica, automovilística y maquinaria. Esto -de alguna manera- conecta con la historia de Mantegazza, pues su ocupación era la de ingeniero civil. Fue precisamente ese el motivo por el que lo convocaron a venir a Argentina. Migraría para trabajar en la construcción del Ferrocarril trasandino cuyas vías unieron por un tiempo Chile y Argentina. Carolina, una de sus bisnietas, recalca el orgullo que significa para su familia esto: el motivo de su venida fue poco común. Más que a probar suerte, sabía exactamente adonde ir.
Un Ferrocarril para comunicar Chile y Argentina: ¿a quién se le ocurriría?
El ambicioso proyecto había sido ideado por los hermanos chilenos Juan y Mateo Clark, descendientes de inmigrantes escoceses. El interés de los hermanos era el de lograr una mejor ruta para el intercambio comercial entre los pueblos interiores de Argentina con el puerto de Valparaíso. Ellos se codeaban con la elite ilustrada y emprendedora, de modo que se fueron familiarizando con los avances tecnológicos de la época: el ferrocarril y el telégrafo.
El titánico trabajo se inició en 1886, luego de algunas negociaciones diplomáticas entre los países implicados. Pasarían casi 24 años hasta su inauguración. Alrededor de 1700 obreros expertos de diferentes nacionalidades participaron en la construcción del ferrocarril, algunos italianos como Arnaldo Mantegazza.
Para empezar, todos los materiales necesarios fueron conducidos en carretones tirados por mulas y bueyes, a través de la montaña durante tres meses (incluida la temporada invernal). El Trasandino comenzó a funcionar en abril de 1910, año que coincidía con el centenario de la Revolución de Mayo en nuestro país. En su momento, fue el túnel ferroviario más alto del mundo. El ferrocarril, que unía la ciudad chilena de Los Andes con la ciudad argentina de Mendoza, significó un enorme esfuerzo de ingeniería en donde no se ausentaron las dificultades técnicas y económicas.
La ingeniería daba uno de sus pasos más importantes
Según la información brindada por el Centro cultural argentino de montaña, los últimos tres años de construcción fueron particularmente difíciles. Había 1500 hombres divididos en tres grupos que trabajaban ocho horas cada uno, de modo que las obras nunca se interrumpían. Los obreros italianos en particular, que habían labrado muchos otros túneles en Europa, no pudieron hacer frente a las condiciones climáticas. Decidieron desertar en masa, pues era su supervivencia lo que se ponía en riesgo. ¿Habría estado Arnaldo Mantegazza entre ellos?
Para reconstruir el recorrido del tren, imaginen que comenzaba en la ciudad de Los Andes, subía a través del cajón del río Aconcagua y Juncal hasta Las Cuevas. Ahí se encontraba el túnel principal, es decir, en el que se cruzaba de un país al otro. Luego, bordeando los ríos Las Cuevas y Mendoza, llegaba hasta la ciudad argentina ya mencionada. En el camino, túneles y puentes al aire libre se combinaban para atravesar la Cordillera. Del lado argentino, las pronunciadas pendientes obligaron a utilizar una vía con cremallera para que la maquine pueda subir la pendiente con eficacia y frenar en la bajada cuando los rieles se cubrían de hielo.
El último tren de pasajeros llegó a la estación mendocina Polvaredas en 1984. La sensación de viajar así, en medio de la montaña, es algo que hoy solo nos queda imaginar.
Arnaldo Mantegazza llega a Tucumán
Habiendo recordado la historia del importante proyecto del que Arnaldo formó parte, veamos ahora cómo sigue su historia y su descendencia. No se sabe con exactitud cuándo ni cómo se conocieron, pero hacia 1899, Mantegazza se casó con la tucumana Sofía Sal Paz. Fruto de ese matrimonio nacieron seis hijos: Julieta Eugenia, Emma Sofía, Raúl Arnaldo, Emilio, Lina Dorotea y Arnaldo Enrique, abuelo de Carolina. El italiano de nuestra historia de hoy fallecía a sus 56 años.
Carolina nos cuenta que más de uno en su familia sueña con poder conocer alguna vez el pueblo desde donde vino su bisabuelo. Por otro lado, el esposo de Carolina -hace unos años- emprendió un negocio especializado en pastas artesanales, Rigati. Ella lo acompaña en esto. Percibe que es en la cocina de las pastas donde, de algún modo, se conecta día a día con sus raíces italianas.
Autor de la imagen destacada: Carolina Mantegazza.
