El carnaval, un ritual que nos invita a asistir a un encuentro con lo otro, trascendiendo nuestros limites y apostando por lo dionisíaco.
Carnaval, sus orígenes
Desde el primer momento, el carnaval está asociado con las fiestas paganas, así como a las celebraciones romanas en honor a Baco, dios del vino. Durante la Edad Media y con el Cristianismo, el carnaval se resignificó como un adiós a la carne. Por esa razón es que, si nos detenemos en esto, notamos como las fechas coinciden de manera cuasi perfecta. Es que el fin de la celebración marca el inicio de la Cuaresma. Y ese período se refiere a los 40 días antes de la celebración de Pascua. De este modo, mientras el 15 y 16 de febrero se festeja carnaval este año, el 17 del corriente mes ya es el miércoles de cenizas.
El ritual
El carnaval como rito arcaico está constituido por un tiempo y espacio que se separa de lo profano y ordinario, lo lineal. Para posicionarse en un presente continuo, mientras sea la celebración. La duración permite a los hombres, de algún modo, amplificar su existencia. Así como también vivirla de una manera abierta al mundo, con otros, en una misma trama que los convoca. Según el tiempo y lugar, el carnaval ha ido teniendo algunas variaciones. En algunos casos se ha combinado con características de las comunidades locales. Por ejemplo, en Tucumán, el carnaval se vincula con la celebración de la Pachamama en Amaicha del Valle. En Jujuy se asiste al Desentierro del Diablo. Sin embargo, en cualquier parte del mundo hay puntos comunes, como los pomposos trajes, el clima festivo y alegre, las máscaras, las danzas y los bailes, durante el tiempo delimitado para la celebración.
La presencia dionisíaca
Nos parece interesante apelar a una categoría propuesta por el filosofo Friedrich Nietzsche para repensar lo que implica la celebración en cuestión. Inspirado en el modelo cultural de los antiguos griegos, nuestro autor nos propone lo dionisíaco. Como una categoría que nos permite pensar el desorden, la desmesura, el caos, la pérdida del principio de individualidad, la pasión, el estado de éxtasis. Para caracterizar un poco el espíritu de las fiestas en honor a Dionisio, el dios del vino y la fertilidad. Si bien en ese caso se aplica a las festividades griegas, nosotros podemos valernos del concepto para ilustrar un poco ese sentimiento que se despierta en quienes viven carnalmente el carnaval. Así intentamos poner en palabras algo del sentimiento y la experiencia de la festividad.
Carnaval en Tucumán
Este año las multitudinarias celebraciones no van a ser la postal oficial en ninguna ciudad del mundo. Por ejemplo, las tradicionales máscaras estarán ausentes en Venecia. En Argentina, las grandes comparsas no desfilarán sus trajes. Gualeguaychú, Corrientes, Buenos Aires, San Luis no serán excepciones y Tucumán, tampoco. Amaicha del Valle, Alberdi, Ranchillos, Famaillá (localidades de la provincia), solo por mencionar algunas, no tendrán sus tradicionales carnavales y corsos. Sin duda se extrañarán, por ejemplo, las comparsas invitadas a desfilar en la plaza San Martín de Famaillá. Esta ciudad siempre se caracterizaba por transformar su plaza principal en un carnavalódromo al cual asistían todos para deleitarse con los bailes y los ropajes de comparsas provenientes de otros puntos del país e incluso países vecinos, como Bolivia y Paraguay. Elegimos mostrarnos optimistas, pensar que esta excepción no será la regla y pronto podremos asistir a los festejos con alegría.
